No tengo remedio, lo siento.

Siento la extraña necesidad de ser cuidada, quiero sentirme segura en mis momentos agrios. Quiero que alguien saque el pañuelo de su saco cuando yo este llorando, quiero que me embriaguen de besos para vivir volando. Quiero esa milagrosa sonrisa, para contagiarme a la mía. Quiero ese beso tierno, para poder decir, dulcemente, un te quiero. Estamos en épocas de delirios, de llantos, de robos y de maltratos. No somos los mismos de antaño. No quiero dejar nada al destino, ni mis tristezas, ni mis algarabías. Llevo mucho tiempo empaquetando mi angustia, la presión ha crecido, mis cintas han quebrado y por todo el ambiente se ha dispersado. Las muestras de mis ojos reflejan dolor, dolor escondido en mi sonrisa, dolor escondido en mis palabras de reconforte. Ese peso ya ha marcado vigencia. Hoy se venció y yo no estaba preparada. Hoy he mostrado mi verdadera cara. Hoy no he reído ni nada de nada.
Los callejones de mi alma están desiertos, y los vientos de mis cambios liberan tensión de momento. Un temblor sacude mi cuerpo. Es la fuerza desatada en mis adentros. Griteríos tontos y efímeros descolocan mi equilibrio interno y los ardores del corazón piden a voces que alguien los mantenga gélidos. Mi cabeza pide descanso porque para siempre en tormento. Mis manos, sujetas por presión invisible, cortan su circulación y se nivean por completo. Mis labios, quebrados por el frío, relamen la idea de quemarse. Y mis ojos, ¡oh mis ojos!,  ya no dueños de mi control, son peores enemigos que el diablo mismo, repitiendo con perfección mis mofas e inmanejos.
Ojos, ya no los quiero. Manos, no me causan consuelo. Tiempo, te atraigo con anhelo. Alma, ya no tienes remedio.

Comentarios

Entradas populares